ADÁN (31) lleva una vida gris y solitaria en su departamento, pequeño y aislado en la cima de un rascacielos. Frente a su ventana las líneas inļ¬nitas del paisaje urbano lo encierran todo. Solo un punto luminoso escapa a esa monotonía. Una ventana lejana de un rascacielos en la otra punta de la ciudad parpadea con un ritmo propio. ADÁN toma unos binoculares y sale al balcón. Observa a la distancia pero le es imposible distinguir más allá de la luz. Su imaginación lo transporta a través del smog por encima de las calles atestadas hasta el departamento de EVANDRO (27) otro joven que hace juegos de luces con una lámpara rodeada de espejos móviles. Capturado por la ternura de esa imagen, ADÁN arma un avión de papel con un mensaje escrito, hace puntería y lo arroja esperanzado al vacío.
ADAN envía muchos mensajes que se vuelven un puntito y desaparecen sobre la inmensidad de la megalópolis. Pero eso no lo desalienta, está convencido de que esa otra persona le contesta cada misiva y se las envía también en forma de avión, pero que todavía no le han llegado porque perdieron el rumbo en la ciudad, entre los intrincados caminos de los rascacielos. ADÁN junta coraje y se lanza a salvar esa distancia que los separa, pero la ciudad se extiende frente a él amenazante. Desciende de su ediļ¬cio y se encuentra sumido en el humo oscuro, perdido entre sus transeúntes insensibles. Todos corren, compiten, y consumen a un ritmo desenfrenado, sin posibilidad de detenerse a pensar en los demás. Adan es atropellado por el tráļ¬co de la superļ¬cie. En esa marea de gente reina esa rabia y ese apuro por avanzar a toda costa. Adán se aterra de este comportamiento y no encuentra cómo seguir adelante en ese laberinto sin salida. Regresa a su departamento donde se derrumba descorazonado. En ese momento un avioncito de papel aterriza en su balcón. Lo abre, es de Evandro y tiene un dibujito de él mismo desde su balcón. Al parecer al menos alguna de sus cartas encontró el camino que los une.
Alentado por esto, ADÁN despeja una mesa y empieza a dibujar el plano de un enorme avión de papel donde caber de cuerpo entero. Hace cálculos con el viento y observa máquinas voladoras en libros. ADÁN está inmerso en sus cálculos cuando un estruendo sacude su departamento y lo distrae de su tarea. Es EVANDRO que aterriza en su balcón montado en su propio avión de papel. ADÁN corre hacia él y al ļ¬n pueden tocarse, besarse y retozar el uno en brazos del otro. Luego de darse una panzada de amor salen a sobrevolar juntos la ciudad. Ya no están solos. Inspiradas por ellos, personas de lo más diversas los acompañan volando en sus propios aviones de papel.
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